Sinopsis
Comentario
Rodada en 16 mm, en blanco y negro, con un precario presupuesto y por un equipo de trabajo mínimo, encabezado por el propio Tsukamoto y Fujiwara Kei (ID, 2005 , disponible en nuestra videoteca), destacada cineasta experimental poco conocida en Occidente, con quien no sólo compartió la protagonización, sino también el guión, la edición y el trabajo de cámara.
Con ésta, su tercera película, alcanzó una inesperada atención internacional, que le ganó el calificativo de autor de culto y le permitió desarrollar una secuela (Tetsuo II. Body Hammer, 1992) y un remake (Tetsuo. The Bullet Man, 2009), hecho a petición de Quentin Tarantino, a color y coproducido por EEUU, que acaba de estrenarse en la 66ma., edición del Festival de Cine de Venecia 2009.
Muchas decisiones autorales acertadas confluyen en esta cinta para hacerla merecedora del sitio de honor que ostenta en la cinematografía contemporánea japonesa y mundial. En seguida enumeramos algunas :
- El preciso y trepidante montaje que genera un inquietante dinamismo, aparentemente caótico, que atrapa y obliga al espectador a duplicar su atención.
- Su selección del percusionista Ishikawa Chu - en el que sería el inicio de una colaboración recurrente a lo largo de la carrera de Tsukamoto -, para componer una banda sonora cargada con trashmetal, industrial, post punk, que complementa a la perfección la corrosiva textura de la cinta.
- Su apuesta por técnicas más cercanas al videoarte (como lo son el time lapse y el stop motion) que a la típica espectacularidad de los largometrajes de terror , no sólo le permitió a Tsukamoto superar los límites técnicos de un presupuesto estrecho, sino que brindó al producto final un exquisito acabado artesanal, a la altura de los trabajos de Jan Svankmajer y los hermanos Quay. A nuestro juicio, la rusticidad lograda en los efectos especiales, en el vestuario y el maquillaje, cumple eficientemente su fin de acentuar el sinsentido apocalíptico, el carácter precario, frágil y decadente de la naturaleza de los personajes.
- Similar apreciación hay que hacer sobre el trabajo actoral, que responde a la necesidad de mantener a los personajes enmarcados dentro de las performáticas del manga y el anime, auténticas fuentes de inspiración de Tetsuo, en nuestra opinión.
Esta consideración sobre el posible origen gráfico de Tetsuo también encuentra fundamento en la apuesta por el blanco y negro, que brinda un grano a la imagen que, junto a los encuadres, el trabajo de cámara y el montaje, aportan una particular perspectiva plana, bidimensional, y una dramática intensidad ambiental, muy usual en las obras del manga y el anime.
Esta apreciación también toma vuelo cuando se observa cierta similitud entre esta cinta y un clásico de esos géneros japoneses: Akira (Otomo Katsuhiro, 1988, también disponible en nuestra videoteca). En ésta, el coprotagonista, Shima Tetsuo, vive atormentado por su complejo de inferioridad y su frustrante competencia con Kaneda Shōtarō, el líder de la pandilla de la que el propio Tetsuo forma parte. Hasta que accidentalmente descubre los poderes sobrehumanos que posee y que lo llevarán a creerse omnipotente.
Si bien es cierto que entre el estreno de una producción fílmica y otra sólo distan algunos meses, hay que recordar que el manga se publicó exitosamente entre 1982 y 1993, de modo que no se descarta que Tsukamoto conociera esta obra tan popular para entonces. Por otro lado el tratamiento de ciertos arquetipos y temas en ambas obras, es común entre los creadores audiovisuales japoneses.
Ambos Tetsuo (el de Otomo y el de Tsukamoto) sufren una falta edípica, evidente en su ansia por hallar una fuerza sobrenatural que ampare y supere su frágil personalidad. Ésta fuerza será su objeto de goce y, finalmente, el único medio por el cual alcanzarán una fútil felicidad.
Por otro lado, tanto en Akira como en Tetsuo, la forma gráfica que poseen los monstruos biomecánicos es muy similar: desechos metálicos se amalgaman indiscriminadamente para constituir un ser amorfo, repugnante, de apariencia inestable, inacabada e inconsistente, toda una metáfora del humano atomizado y sobresaturado, propio de una sociedad postindustrial.
Sin embargo, el Tetsuo de Tsukamoto tomará un rumbo diferente al de Otomo, cuando finalmente asume que su búsqueda no es más que la de lograr la unidad fálica.
Como Edipo, el Tetsuo de Tsukamoto prefiere combatir a su Layo -presente en su mente como un viejo vagabundo (Ishibashi), en directa referencia a una imagen paterna repulsiva y agresiva-, asimilando su cuerpo al del conductor (Taguchi), su contendiente, y proclamando su lucha contra todo lo orgánico.
Tsukamoto subraya la derivación edípica de su Tetsuo, al presentarlo como una especie de virus artificial, que se inocula en las únicas 2 mujeres de la trama tan sólo para alcanzar a su contendiente. Tras cumplir su objetivo, ellas son desechadas.
La carga homoerótica también se evidencia en las ocasiones en que Tetsuo halla el amor, un amor evidentemente narciso, y que el director enmarca con una intencionadamente ridícula pieza de jazz mainstream. El resto de la cinta, se desenvuelve pendularmente entre la incomunicación de la pareja y el rechazo de la mujer como objeto de amor, en tanto simple vehículo para penetrar en el contendiente.
No es casual que la forma final del monstruo en el cual se transformó Tetsuo y su contendiente (el conductor que lo atropeyó), sea la de un falo gigante, como tampoco es casual que el primer componente dramático de la trama sea el momento cuando Tetsuo, rodeado de amasijos de metales (“Tetsuo es un nombre propio masculino japonés, cuyos dos kanji leídos independientemente significan hierro "鉄" y hombre "男”) y recortes de atletas afrodescendientes, se introduce una estaca de hierro en la herida que abre en su propio muslo. La misma estaca que el vagabundo exhibe como pene y utiliza como arma contra Tetsuo.
Ya en su forma final, los protagonistas pierden su distinción entre víctima/victimario y avanzan
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Formato rmvb. 324mb. Subtitulos en esp adentro (softsub).
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